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jueves, 7 de mayo de 2020

Respuesta al artículo “La bondad neoliberal de los entusiastas consejeros”, de Carlos Luque. Publicado en el periódico Granma el día 7 de mayo de 2020

EGranma de hoy publicó, a página completa, el artículo La bondad neoliberal de los entusiastas consejeros. Su mensaje primordial es criticar a los economistas cubanos que tratan de alertar sobre la necesidad de expandir la pequeña y mediana empresa privada nacional (PYMES) en las condiciones actuales de Cuba y el mundo. Con la brevedad que me permita este tema tan delicado, revisaré los argumentos brindados por el autor del trabajo y presentaré mis contra-argumentos. El Granma es el órgano oficial del PCC. Intuyo entonces que lo publicado en este periódico de tirada nacional es la posición oficial del gobierno de Cuba. Lo que se publica en el Granma, no queda en el Granma, para bien o para mal, queda para la historia. La historia rara vez perdona y va siendo hora de que se hagan trabajos de seriedad académica si se desea rebatir o debatir con académicos.

El primer argumento del periodista es que los economistas cubanos defensores de las PYMES no han considerado el panorama internacional de crisis económica y su potencial efecto en Cuba y el mundo. Eso es falso. La propuesta llega, precisamente, ante los peligrosos efectos de esa crisis mundial en nuestro país. Me explico. Primero, la diferencia entre la academia y el periodismo es que en la academia las elucubraciones tienen que ser explicadas, justificadas y respaldadas con evidencia teórica o empírica. El periodista nos demuestra que en el periodismo cubano eso no es necesario. Segundo, la crisis tendrá varios efectos, pero dos serán fundamentales en Cuba, y nos concentraremos ahí: contracción de inversiones -nacionales y extranjeras- y reducción significativa de los accesos a créditos internacionales. Resumen, nada de dinero para invertir, y nada de inversiones para impulsar la economía, crecer, y darle trabajo o mantener el nivel de empleo actual. Eso significa que tal y como pasó en los noventa veremos una contracción (que comenzó hace años ya) del empleo en el sector público cubano. El sector que lleva años creciendo y absorbiendo parte de la mano de obra cesante que el sector público (estatal) ya no puede ni tiene capacidad para absorber, es el privado. Del año 2009 al 2016, el sector estatal redujo el empleo en 998,800 puestos de trabajo. En el mismo período, el sector no estatal (privado nacional y cooperativo) aumentó sus puestos de trabajo en 517,500[i]. Absorbió así, más de la mitad de los que quedaron cesantes del sector público nacional.

El segundo argumento de este periodista es que no se deben proponer medidas precipitadas. ¿Precipitadas? ¿En serio? La expansión del trabajo por cuenta propia data de 1993. Las idas y venidas al respecto tienen mucho que ver con las propias idas y venidas típicas de las economías en cuanto a centralización vs. descentralización, y en el caso de los países socialistas como Cuba, en el antiguo debate teórico (y práctico) entre plan y mercado. En los ‘90 tuvimos que precipitarnos. La resistencia a tomar las medidas a tiempo retardó la toma de decisiones y empeoraron el impacto de la crisis. Espero que el periodista no esté sugiriendo que esperemos a tener el agua en los pulmones para tratar de salvar la economía y la sociedad cubana.

El tercer argumento del periodista se refiere a la fragilidad de las economías de mercado para lidiar con la crisis del COVID19. Bueno, algunas economías de mercado han fracasado masivamente. Hay, sin embargo, ejemplos exitosos en algunos estados capitalistas como Nueva Zelanda. Costa Rica, justo al doblar de la esquina, también ofrece un ejemplo interesante desde la perspectiva de Latinoamérica. Para ser estrictos, hay que ver TODOS los ejemplos posibles antes de lanzar ese tipo de afirmaciones categóricas. Los matices son importantes. Los sistemas de salud privados han fracasado en general en el manejo de esta crisis. Los sistemas de salud públicos la han manejado mejor. La moraleja es que la salud es un derecho humano, más allá de las ideologías políticas o los sistemas económicos.  

El otro argumento del periodista se refiere al caso especial de China. Estamos de acuerdo, China y Cuba son completamente diferentes. Pero, ¿lo son? Vamos a asumir, por el bien del debate, que sí. Los economistas cubanos no han afirmado categóricamente que se adopten acríticamente los ejemplos de China y Vietnam. Se trata de usar capacidades existentes para frenar o amortiguar el deterioro de las condiciones de vida de los cubanos. Muchas PYMES ya están ahí, los cubanos con capacidad y deseos de emprender nuevas iniciativas, también. Existe un sistema impositivo que ayudará al estado cubano a recaudar impuestos para la redistribución social. El turismo verá una contracción significativa en los próximos años. Su recuperación será de mediano a largo plazo. Cuba necesita desesperadamente, y la palabra la uso a propósito, reorientar y expandir su espectro de opciones para el crecimiento y desarrollo. Las PYMES nacionales parecen, a corto plazo, la opción más viable. No hay que caerle atrás a nadie en el mercado mundial, no hay que renegociar términos y condiciones de pagos y se alivia el estado cubano del peso de un grupo de problemas que podrían, al menos parcialmente, ser resueltos por las PYMES, incluida la absorción de una masa nada despreciable de cubanos que han visto o verán sus empleos desaparecer bajo el eufemismo de “disponibilidad”.

Dice el Granma que caemos en teorías conspirativas sobre la burocracia. Aquí ni me detengo. Si el periodista quiere debatir con seriedad sobre estructuras rígidas y burocráticas, que empiece por revisar GAESA, el OSDE más monstruoso y abarcador en nuestra economía, subordinado a las FAR. Un ejemplo claro de la centralización burocrática de poder económico y político en el país.

Antes de terminar, una aclaración al periodista. El trabajo ideológico no se hace detrás de un buró tecleando en una computadora sin solidez ni seriedad académica. De hecho, el trabajo político ideológico no se hace en abstracto. El socialismo tiene el deber de superar al capitalismo, no de sustituirlo. Bajo esa premisa, el socialismo TIENE que ser capaz de dar las herramientas al pueblo para que este satisfaga sus necesidades, al menos las básicas. La economía no es un ente abstracto que podemos ignorar y darle la espalda, o vilificar y transformar en nuestra enemiga ideológica. Las leyes de la economía de mercado operan sobre Cuba también, hacia lo interno y en sus relaciones hacia lo externo. Operan incluso en el proceso de planificación. Se tienen que contemplar y conocer para planificar. Los economistas no somos enemigos del pueblo y es hora de superar esa arcaica concepción que tanto daña al país. Los economistas SOMOS el pueblo también. Basta de creer que se hace ciencia en una torre de marfil sin buscar el ticket en la cola del pollo o estar horas en una parada esperando una guagua.

El nivel de empleo, los precios, los ingresos personales, son todos categorías que usamos los economistas, pero son índices sociales. Es cierto que algunos colegas pueden caer en tecnocracias o economicismos. Me consta que no son la mayoría. Y si esa es una preocupación, pues podemos comenzar a formar políticos públicos y administradores públicos en las universidades cubanas. Así tendremos expertos capaces de conciliar múltiples campos de las ciencias sociales, entrenados en adoptar una perspectiva multidisciplinaria para pensar estos temas y otros de más complejidad. Pero ojo, los políticos públicos y administradores públicos también saben de economía y trabajan con economistas.  

Por último, tengo dos preguntas para el periodista. Primero, me quedé esperando las razones por las que promover las PYMES en Cuba es una medida neoliberal. Segundo, ¿cuál es su propuesta alternativa? Por mucho que leí, no encontré ninguna.



[i] Vidal, P. (2018). Is Cuba's Economy ready for the 2018 leadership transition? . Cuba Study Group. Obtenido de: www.cubastudygroup.org


miércoles, 12 de febrero de 2020

Ventanas rotas o los balcones derrumbados de mi Habana

Foto de la autora

James Q. Wilson y George L. Kelling, dos académicos de Estados Unidos, publicaron el artículo “Broken Windows” (Ventanas Rotas, en español) sobre seguridad urbana en el año 1982. Usaron la metáfora de las ventanas rotas como símbolo de la desprotección y el desinterés gubernamental en algunos barrios más peligrosos del país. Esencialmente, Wilson y Kelling argumentan que una ventana rota a propósito en un barrio marginal no sería prioridad de la policía, o del gobierno local, que estarían preocupados resolviendo problemas más graves en la comunidad. Pero esa ventana rota sin resolver se convierte en una invitación al vandalismo, porque demuestra que ese tipo de comportamientos no son socialmente castigados. Una ventana rota es una abertura a la delincuencia y la inseguridad. Un barrio descuidado, es un barrio inseguro.

Este artículo es paradigmático para educar sobre urbanismo y gobernanza. En esencia, un barrio destruido es más vulnerable, y no solo en el sentido literal del peligro que representan para la vida de sus habitantes. Eso explica no solo las consecuencias negativas de la marginalidad, sino también sus efectos sicológicos y sociales, incluso culturales, sobre aquellos que los habitan. La desidia se apodera de las edificaciones en mal estado, la cultura de la no responsabilidad se entroniza y la ciudad sufre, ya no tan en silencio, y se va desmoronando. El desmoronamiento de la arquitectura es un espejo de la decadencia social y económica. Espero que eso no sea noticia para nadie.

El impacto en la psiquis de los que cada día regresan a una comunidad vulnerable, en todos los sentidos, se traduce en apatía, en el mejor de los casos, oposición y rebeldía hacia el sistema imperante, en otros. No se puede desconectar nada en la sociedad, porque ella funciona como un organismo vivo y cada elemento que se altere va a tener un efecto dominó sobre los demás: economía y política, fundamentalmente.

La apatía ayuda al estatus quo. La no participación es una forma de participación. Un análisis que rara vez he visto conectado al caso cubano. Pero los no participantes están sentados en la cerca de la indecisión hasta que un proyecto, o un político, o un grupo social los atrae. Puede ser una congregación religiosa de ultra conservadurismo, como la nueva tendencia evangélica que se ha ido despertando en Cuba en los últimos años. Nada de esto es casualidad. Somos seres sociales y pensantes, necesitamos la esperanza y esa esperanza llega de muchas formas: la fe religiosa y un grupo social en el que nos aceptan sin hacer preguntas, es una de ellas.

No, no es solo La Habana la que sufre los derrumbes. La ciudad no es un ente abstracto. Cada balcón es una puerta abierta a una familia que libra sus propias batallas personales, muchas de ellas conectadas a nuestras batallas colectivas. La inacción es una forma de política pública, y es la menos adecuada en este momento. El pueblo de Cuba está viendo que su capital cumplió 500 años ya y que los esfuerzos por recuperarla son mínimos, que más allá de los barrios que son la cara de La Habana, casi nada más importa. Eso es lo que sentimos, sea exagerado o no el sentimiento. Los sentimientos son reales como la caída de un edificio. No se puede subestimar el sentimiento colectivo de abandono, reflejado en la realidad de los derrumbes físicos y en otros no tan evidentes.

Con esto les quiero decir que salvar nuestra arquitectura, nuestras ciudades, es tan importante para salvar al país como desarrollar la economía. Mucho depende de eso, además de las vidas humanas, aunque no se entienda. Esa es la cara que vemos, ese es el reflejo percibido de que importamos.