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miércoles, 9 de mayo de 2018

Asignatura pendiente: Pequeña y mediana empresa en Cuba

Este post ya estaba escrito, esperando porque la universidad me diera un tiempo para revisar y retocar, cuando OnCuba publicó el artículo del profesor Juan Triana sobre el mismo tema. Honestamente, poco o casi nada tengo que agregar a lo que Triana dice en su trabajo, pero compartimos –somos muchos- preocupaciones similares, y por lo tanto, amerita repetirlas hasta el cansancio. A lo mejor un día alguien escucha.

Hay un común denominador en casi todos los que a lo largo de nuestra historia económica han teorizado y tratado de dar solución a nuestros problemas, que dicho sea de paso, siempre han sido muchos y más o menos los mismos. Lo que une a una parte importante de ellos, incluyendo a nuestro José Martí, es la defensa de la pequeña y mediana empresa como motor impulsor de nuestra economía hacia el crecimiento económico y el desarrollo.

Mientras más años pasan, más me convenzo de la razón que tuvieron. La idea del Estado omnipresente y omnipotente, que ve y resuelve todo, no solo es ingenuamente absurda, sino peligrosamente arcaica. Señalo que no disminuyo el papel del estado en la economía en cualquier país, y ni siquiera creo que deba ser el que le asignó la teoría neoliberal, de mero árbitro. Creo que la posición vital de regulador que debe tener el Estado, su atención especial y prioritaria a los sectores de influencia, como la Salud Pública y la Educación, por ejemplo, se está diluyendo en lo que todos en Cuba llamamos: abarcar mucho para apretar poco.

Escudados tras el temor al enriquecimiento (y regresamos al manido discurso agotado ya por inverosímil) se anuncian “nuevas” medidas que limitarán y restringirán el trabajo por cuenta propia en Cuba, que es lo mismo que decir, abandonando los eufemismos innecesarios, restringir la pequeña y mediana empresa. Traducido en términos económicos, esta medida implica reducir el único sector que aumentaba la demanda de fuerza de trabajo, el único sector que mostraba expansión en capital invertido y ocupación. Resumen: el ÚNICO sector que podía ser la esperanza luego que se contrajera el turismo a partir de las medidas tomadas por el presidente Trump, el huracán que desmanteló casi totalmente los cayos en el 2017 y conllevó destinar recursos a su reconstrucción,  y en medio de una restructuración económica que ha tomado más tiempo del previsto, incluyendo la unificación monetaria.

Resumiendo, como economista: NO es el momento de acorralar y asfixiar la pequeña empresa en Cuba, que aparece ante mis ojos como la única válvula de escape. No es un secreto que la inversión extranjera no ha crecido lo esperado y tampoco son un secreto las causas, pero a eso se le puede dedicar otro espacio. Por supuesto que las PYMES deben ser reguladas. De eso no cabe dudas. Reguladas para que no anuncien sin pudor alguno en los clasificados que contratan solo “personas de tez blanca”, reguladas para controlar el efecto ambiental de algunas de ellas, como las fregadoras, por ejemplo; reguladas para que respeten que existe una ley laboral en Cuba que no puede ser violada, y que sus trabajadores tienen iguales derechos a descanso retribuido de un mes al año, a jornadas que no excedan las 8 horas diarias y hasta a licencias de maternidad.


En mi ingenuidad sigo creyendo que de eso van a hablar cuando dicen regular. Porque soy así, optimista.