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jueves, 6 de abril de 2017

De la cebolla y otros demonios (Parte 1)


Este artículo tendrá más partes y serán presentadas semanalmente. Algo así como El Señor de los Anillos o Juego de Tronos, pero sin demorar tanto por la siguiente película o temporada.


La economía cubana está cargada de eufemismos e ironías, desde el nombre mismo. Si tuviera un peso por cada vez que me han dicho que eso no existe, hoy mis finanzas personales serían muy sólidas. Tengo mil anécdotas. Una de las más dolorosas (soy sensible a veces) fue en una fiesta de arquitectos cuando aún era estudiante universitaria. Una profesora de arquitectura (cuyo nombre nunca grabé, pero vive cerca de mi casa y es una de esas mujeres estiradas que habla como si los demás fuéramos inferiores intelectualmente), al escuchar que yo estudiaba Economía, no encontró mejor comentario para hacer que el siguiente:
-Yo no sé para qué en Cuba hacemos economistas, si aquí no hay economía.
Criatura… no contó con mi entrenamiento en lengua “sarcasm”, y le espeté:
-Para lo mismo que hacemos arquitectos, para que construyan Alamar.
Sobra decirlo: casi hay suicidios y homicidios esa noche. Lo peor es que había ido invitada por un muchacho que me gustaba bastante, y que, por razones muy misteriosas, no vi más… Hago la anécdota para ilustrar que ni los cubanos creen que la “economía cubana” existe. Es como un animal mitológico tipo el yeti o el monstruo del lago Ness.
Como soy masoquista, decidí especializarme en Estudios Cubanos (ya sé lo que están pensando), y fui profesora de asignaturas relacionadas con Cuba por muchos años… (¡cuidado con calcularme la edad!). Un amigo, profesor universitario en Estados Unidos, una vez se refirió a mi como “part time economist”, y es real, porque hace tiempo no ejerzo la carrera de manera directa, pero nunca me he desprendido de mis años de estudio sistemático, de investigaciones, de análisis, y sigo las noticias, la sociedad cubana y la intrincada madeja de puntos a veces difíciles de conectar entre sociedad, historia, política, economía…
Cuando un informático ve el pantallazo azul, ya sabe lo que hay. Bueno, la economía tiene pantallazos azules también. Los economistas los ven, y saben lo que hay. En un mundo “normal”, la prensa alerta, entrevista a los hacedores de política económica (aunque digan mentiras o escondan la verdad, al menos tienen que dar la cara), consultan especialistas y se dan cifras (aunque sea infladas o desinfladas para amortiguar el pánico). En un mundo normal (y no sé ya qué es eso, porque van quedando pocos) la población al menos sería advertida de que algo no anda muy bien.
Pero ya se sabe: vivimos en un mundo no tan normal. Sobra decir que la economía cubana jamás se recuperó de la crisis de los 90, y aquí haré una necesaria escala, no para hablar de una crisis de la cual se ha dicho casi todo, sino para reflexionar sobre su posible repetición.
No hace muchos años me leía una entrevista a un economista, ex profesor mío, y comentaba que la pérdida de Venezuela como socio comercial no afectaría a Cuba como lo hizo la caída del campo socialista (y yo preguntándome la razón) y argumentó que mientras con el campo socialista se había tenido un 90 % de intercambio comercial, con Venezuela solo (¿solo?) se tenía el … wait for it… 40%[1]. El cerebro casi me explota. Porque además, ese 40% corresponde en medida considerable al combustible, sin el cual, por supuesto, tenemos que parar el país.
No creo que haya que ser economista para entender el impacto que tendría en Cuba una caída del 40% de su intercambio externo, más en medio de esta reestructuración económica (la de los Lineamientos), como pasó a fines de los ‘80, con la Rectificación de Errores y Tendencias Negativas… la maldita reiteración de la historia.
El silencio es preocupante. ¿Se acuerdan cuando éramos niños y los adultos no hablaban de ciertas cosas frente a nosotros para no preocuparnos? Ok, es lo mismo. Se nos da el tratamiento de niños que no sabemos manejar la situación. Es eso, o no quieren ser los adultos que no supieron manejar la situación.
Pues bien, Venezuela ahora tiene catarro, y de los malos. Me temo que a Cuba puede darle neumonía…
Y es hora ya de romper el silencio.




[1] De acuerdo con Oficina Nacional de Estadísticas, en el año 2014 era del 40.5%. http://www.one.cu/aec2014/08%20Sector%20Externo.pdf