Buscar en este blog

miércoles, 25 de noviembre de 2015

La maldita circunstancia del agua por todas partes




“La maldita circunstancia del agua por todas partes
me obliga a sentarme en la mesa del café.
Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer
hubiera podido dormir a pierna suelta."

Fragmento del poema La isla en peso, de Virgilio Piñera

“Hay un cubano detrás de cada puerta.”
Antón Arrufat

Isleños. Somos Robinsons. Ateridos de humedad, fríos y despiertos. Esperando el rescate. A veces creo que el mundo nos ve así, y me da miedo. Podemos ser cifras en cualquier momento, como tantos, o tal vez ya lo somos para muchos.
Los cubanos somos otra vez noticia. Ahora perseguidos por el fantasma de la emigración. Un tema en el que, ciertamente, ya vamos acumulando experiencia. Hay puntos de vista, enfoques, debates. Los cubanos, clasificados ahora en dos grandes grupos: los de “afuera”, y los de “adentro”, divididos por fronteras reales e imaginarias, atollados en la incomunicación, discutimos hace más de una semana, la suerte de nuestros coterráneos varados en el limbo migratorio de la frontera de Nicaragua con Costa Rica. El número ha ascendido. Hemos leído casi de todo al respecto, los que hemos tenido la suerte de acceder a Internet, y los que no (hablo de los de “adentro”), se han ido informando por vías alternativas, y por lo que ha comunicado, casi tardíamente, la prensa nacional. Ya hoy sabemos que llegaron a un callejón sin salida en el encuentro de ayer de cancilleres centroamericanos, y Nicaragua tiene, en buen cubano, el dominó “trancado”, como ya bien dijo un periodista.
Pero en el ojo de la tormenta están las víctimas, como siempre pasa. Este fenómeno es mucho más. Un análisis simplista abordará escasas aristas de su verdadero alcance. La migración es multicausal y estos miles estancados en América Central son solo la punta del iceberg. Subyacen historias desconocidas por la mayoría, de muertes, atracos, estafas y mucho más, en la persecución del sueño americano. Si, la migración cubana es alentada por la existencia de un tratamiento diferenciado a su entrada a Estados Unidos. Si, la embajada de ese país en el nuestro niega cientos de visas diariamente, y otorga solamente unas decenas –que no llegan a 50- y esto nadie me lo contó, fui testigo presencial, y tuve la oportunidad sublime de experimentarlo.
Pero hay más, por supuesto. Los factores son sociales, políticos y económicos. Las personas se mueven por razones diversas. Sabido es que los cubanos no tienen la categoría de refugiados como los actuales miles de Sirios que han tenido que renunciar a sueños, vidas, aspiraciones, familias y quién sabe cuánto han dejado detrás en el camino, y como me cuenta una amiga que reside en Europa: “Ni siquiera tienen donde dormir”. No, no es el caso. Pero eso en nada disminuye la realidad de que “nuestro caso” también es serio.
La migración cubana es una sangría permanente de jóvenes –calificados gran parte- en su mayoría agotados de buscar alternativas en vano. Aunque no sea tema de este post, hay que incluir la complejidad creciente del mercado de trabajo cubano, que ahondaré en el futuro, sumada a la incertidumbre económica y social, y a las propias condiciones nacionales que limitan el desenvolvimiento de muchos jóvenes. Por ejemplo, la existencia de una burocracia asentada en zonas de poder medio que limitan notablemente el desarrollo económico, que obstaculizan el surgimiento de nuevas ideas y provocan el fracaso de cualquier intento por “cambiar lo que debe ser cambiado”. También lo he vivido, sentada en primera fila. Tampoco me lo han tenido que contar.
La inscripción de la puerta del Infierno, según Dante, reza: “Lasciate ogne speranza, voi ch'intrate”, que en español sería: “Abandona toda esperanza, tú que entras”. El mensaje es claro, sin esperanza, el humano se encuentra en el infierno. Carpentier dijo que la grandeza del hombre está en imponerse Tareas, así, con mayúsculas. Y tenía razón. Eso es la vida: un reto tras otro. Vencido el primero, nos imponemos el siguiente, porque sin eso, no somos humanos, y nos diluimos en una terrible monotonía que deshumaniza, y lentamente, o rápido, nos aniquila como individuos.
La migración cubana tiene un componente de desesperanza. Las condiciones materiales de país subdesarrollado, salido apenas de una crisis económica sin precedentes, alargada hasta la actualidad, que en el plano individual y social ha generado una cultura de sobrevivencia que alcanza la terrible magnitud del “sálvese quien pueda” en muchas ocasiones, ha distorsionado en una medida considerable los valores acumulados a lo largo de la historia. Negarlos sería hacer un análisis parcial. Pero los que en su mayoría hacen la travesía por mar o tierra para llegar a Estados Unidos, o se establecen en cualquier otro país permanentemente, son jóvenes que no conocieron otra cosa que esos derechos. No significan nada inusual. Y, por supuesto, quieren más. Desean condiciones de trabajo decentes, salarios en correspondencia con su calificación, la oportunidad de vivir honradamente de sus ingresos y garantizar con ello la subsistencia propia y de sus familias. Eso, como mínimo.
Tengo apenas 33 años, y hace más de 5 que mis amigos viven fuera de Cuba. Quedan unos pocos, dispersos. No es una historia exclusiva: a  lo largo de la isla se repite entre los que aún la habitamos. Esos mismos amigos me cuentan sus vidas fuera, y no es tan fácil como a algunos les gusta suponer: largas jornadas de trabajo, mudanzas a veces muy seguidas, rentas que pagar, deudas que cumplir, remesas que enviar. Cuesta, y a veces cuesta lejos de la familia y de la tierra que los vio nacer. El emigrado lleva un estigma histórico. Desarraigo, abandono, desconexión de sus culturas de origen, a veces, hasta por el cambio de idioma, que representa una transformación sustantiva en muchos sentidos, incluido el sicológico.
Pero eso es para los que se van, ¿y para el país emisor? Cuba pierde más de 30,000 cubanos cada año por concepto de emigración, y en lo que va de 2015 la cifra se ha multiplicado, gracias a las campañas que anuncian el posible fin de la Ley de Ajuste Cubano. No estamos en condiciones de perder semejante capital humano. El costo se percibe ya en áreas de importancia, como la salud y la educación. Porque a esa emigración externa, hay que sumarle el inevitable desplazamiento de jóvenes profesionales hacia el sector privado, en busca de mejores remuneraciones por trabajos muy por debajo de su calificación profesional muchas veces. Esto deja en estado de desprotección absoluta al sector estatal de la economía, con el costo correspondiente en administración, eficiencia y desempeño empresarial. (Hagamos abstracción por ahora del resto de los factores que influyen en estas deficiencias)
Porque aún es insuficiente. La emigración es costosa para el emigrado y para el país que los pierde. Nosotros, los Robinson, lo sabemos. Pero tenemos que saber, sobre todo, que no son cifras, son personas, seres humanos que hasta hace nada compartían nuestra suerte, y todavía en la distancia la siguen compartiendo con el corazón en la isla que los vio nacer y crecer, que modeló sus conductas y hábitos. La emigración es un fenómeno que necesita ser estudiado por economistas, sociólogos, sicólogos y politólogos. Cualquier análisis que excluya alguna de esas áreas estará incompleto. Un post no alcanza. Habrá otros. Serán necesarios.
Mientras tanto, aquí, en la isla- puerto, seguimos despidiendo amigos y familiares y, por supuesto, negados a convertirnos en cifras.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Presidente de Costa Rica y Silvio Rodríguez intercambian cartas

La situación generada por los cubanos varados en Costa Rica ha provocado una ola de emociones de toda índole y debates múltiples en las redes sociales. La discusión abarca casi todo el fenómeno, desde el inicial silencio en los medios oficiales cubanos, hasta las múltiples interpretaciones sobre la migración y el caso específico cubano. 

Hoy, se multiplica en las noticias la carta que envió Luis Guillermo Solís Rivera, al cantautor cubano Silvio Rodríguez, así como la respuesta de este último. Yo la comparto con ustedes, porque esto también es economía...



Querido Silvio
Luis Guillermo Solís Rivera
Presidente de Costa Rica
Le pido disculpas por decirle “querido” Silvio sin haber tenido el placer de conocerlo personalmente. Sin embargo, ¿cómo no decirle “querido” al trovador que ha llenado tantas de mis noches de inspiración y tantos de mis días de luz? ¿Cómo no decirle “querido” a quien me hizo descubrir, también a mí, el unicornio azul que habitaba en mi jardín? Entonces, con su venia querido Silvio, le escribo para contarle una historia de amor que queremos que siga siéndolo.
Sus hermanos cubanos, los que hoy están de paso por Costa Rica, se encuentran acogidos –la gran mayoría de ellos- en uno de los cantones más pobres de nuestro país: La Cruz. ¿Y sabe lo más grande?, que esos costarricenses pobres en lo material no han escatimado ni esfuerzos ni solidaridad para atender a sus hermanas y hermanos migrantes.
No habría que sorprenderse de que sean los pobres los que más dan (no en vano Cristo les hizo herederos del Cielo). Aquí y en todas partes quienes menos posesiones materiales atesoran saben mejor que nadie lo que significa ofrecer hasta lo que no se tiene. Lo que sí es extraordinario es que tengan tanta lucidez, tanta sensibilidad, más, ciertamente, que muchos políticos que se niegan a reconocer a estos viajeros como personas sujetas de Derecho (internacional y local), y depositarias de toda la dignidad de que son titulares.
Estas ciudadanas y ciudadanos costarricenses, apoyados por instituciones públicas y privadas, por las organizaciones multilaterales (Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, Organización Internacional para las Migraciones, Cruz Roja Internacional), y grupos organizados de la sociedad civil, entre los que sobresalen la Pastoral Social Católica (CÁRITAS) y las iglesias evangélicas, han acogido a las y los migrantes con cariño, fraternalmente, y le han demostrado a nuestra América –a la suya y a la mía, querido Silvio- que otro mundo sí es posible.
Podríamos escribir muchos ensayos buscando los culpables de este drama humano. Usted ya señaló a algunos en su primer escrito. Yo podría adicionar otros. Pero perderíamos mucho tiempo inculpándonos cuando lo que necesitamos es garantizar el paso seguro y pronto a las y los migrantes. Por eso he insistido en que Nicaragua y Costa Rica, que tienen temas pendientes en su agenda bilateral, harían mal en colocar la situación de los migrantes en “clave geopolítica”. Dejemos que sean los tribunales internacionales y la diplomacia los que resuelvan nuestros entuertos y mientras lo hacen, que en algún caso será pronto, permitamos que la gente pase y lo haga desde aquí hasta su destino final con seguridad y tranquilidad. Esta es una situación humanitaria, se lo puedo asegurar, no un “casus belli” como el que algunas mentes calenturientas quieren presentar.
Dentro de pocas semanas espero visitar oficialmente Cuba. Iré a pagar mis respetos a su pueblo y a dialogar con su Gobierno. En esa ocasión espero conocerlo personalmente. Pero mientras tanto, permítame decirle esto: a finales del siglo XIX varios cubanos universales, Martí y los hermanos Maceo, vivieron entre nosotros. Casualmente, los Maceo fundaron un pueblo/ingenio en la provincia de Guanacaste: la Mansión de Nicoya, pocos kilómetros al sur de donde hoy se hospedan 2200 compatriotas suyos. Quiero pensar que mi país será tan hospitalario con las y los cubanos de hoy como lo fue entonces con aquellos dos que salieron de Costa Rica a su martirio libertario en Cuba. Y, como entonces, espero que cuando se escriba la historia, se recuerde que en este pequeño pedazo de América se respeta a la gente, a toda la gente, más que a los intereses de unos pocos. Esa lección la están enseñando otra vez, nuestros hermanos querido Silvio, los que pasan y los que viven, en La Cruz de Guanacaste.


A Sr. Luis Guillermo Solís Rivera, Presidente de la República de Costa
Rica. Por Silvio Rodríguez
Gracias, Sr. Presidente Solís, por sus cálidas palabras personales.
Gracias muy grandes por acoger a mis conciudadanos. Tampoco a mi me extraña que sean lo pobres los primeros que dan el paso al frente. En todas partes los que sufren son los más generosos. Igual que Ud., considero lamentable que seres humanos, a los ojos de otros, dejen de verse como tales para ser simples piezas de un ajedrez político. Cuba toda, mi país en pleno con sus millones habitantes, viene sufriendo una distorsión semejante desde hace más de medio siglo, sólo por querer ser soberana, como nos enseñaron aquellos dos ilustres huéspedes de Costa Rica, José Martí y Antonio Maceo.
Nos han querido separar de Nuestra América, de la que somos parte. Y, como a Prometeo, han pretendido mantenernos lejos, para que un mito horrendo nos devore. Hoy, a pesar de la extraordinaria resistencia de nuestro pueblo, arrastramos complejas secuelas de una guerra económica implacable, que se mantiene intacta, lacerando nuestra unidad.
Será un honor para mi estrechar su mano, aunque sea un instante, cuando visite mi país, donde conocerá el verdadero corazón de un pueblo digno y generoso, como el suyo.
Silvio Rodríguez Domínguez

lunes, 16 de noviembre de 2015

Al profe Héctor Castaño...



Después de casi un año de silencio, se me ocurre que esta es la mejor forma de retomar este blog. “Honrar, honra”, dijo Martí, y me siento obligada a compartir este sencillo homenaje a un casi desconocido para muchos, pero inolvidable en su obra escrita y pedagógica para otros. 

Los que anduvimos por la academia cubana de economía, lo conocimos. Algunos fueron sus alumnos y otros sus colegas. Los menos, fuimos ambos. El profesor Héctor Castaño publicó mucho, y trabajó bastante por alcanzar esa cumbre distante e inaccesible que es el conocimiento. 

Humano, tenía defectos. Al final, ninguno está exento de ellos, pero lo que prima es que Héctor Castaño fue un Maestro para muchos, especialmente para quien escribe la siguiente nota y prefiere el anonimato. Muchas gracias al “profe”, y gracias también al autor de este pequeñísimo y a la vez gigante homenaje…

Amig@s: 

Hoy hace 5 años de la muerte de nuestro amigo y maestro Héctor Castaño. La vida suele ser muy injusta. Con el tiempo, he aprendido exponencialmente la importancia de su legado. Sin embargo, en lo que fue nuestra academia de la ciencia económica en Cuba, las señales no se entendieron. Esos economistas (la mayoría de ellos), parafraseando a Weber -pequeños hombrecitos en su pequeño espacio de poder- creyeron y creen que su conocimiento es el conocimiento del mundo y la verdad universal. 

La obra de Castaño, en mi opinión, es una brújula necesaria para nuestra apertura al conocimiento universal, desde una perspectiva particular, pero a la vez, amplia. La economía no puede ser autónoma. Lo que la economía se explica a sí misma es solo la punta del iceberg. Aquí en estos lares por donde habito, he conocido muchos autores y escuelas de pensamiento que, desde la sociología, la economía y la psicología, dan muchas armas metodológicas, teóricas y epistemológicas para tener un mayor poder explicativo y predictivo sobre las acciones de unos humanos sobre otros. El legado de Castaño lo llevo en cada debate que puedo ejercer con todos esos modos de pensamiento. 

Sigo agradeciéndole sus enseñanzas. “Enseñar puede cualquiera, educar solo quien sea un evangelio vivo”. Desde mi racionalidad acotada, no paramétrica, he visto y veré siempre en Castaño algunas de las luces más importantes para ese entendimiento activo y comprometido del mundo que nos ha tocado vivir.

Saludos…