Este artículo tendrá más partes y serán presentadas semanalmente. Algo así como El Señor de los Anillos o Juego de Tronos, pero sin demorar tanto por la siguiente película o temporada.
-Yo no sé para qué en Cuba hacemos economistas, si aquí
no hay economía.
Criatura… no contó con mi entrenamiento en lengua “sarcasm”,
y le espeté:
-Para lo mismo que hacemos arquitectos, para que
construyan Alamar.
Sobra decirlo: casi hay suicidios y homicidios esa noche.
Lo peor es que había ido invitada por un muchacho que me gustaba bastante, y
que, por razones muy misteriosas, no vi más… Hago la anécdota para ilustrar que
ni los cubanos creen que la “economía cubana” existe. Es como un animal
mitológico tipo el yeti o el monstruo del lago Ness.
Como soy masoquista, decidí especializarme en Estudios
Cubanos (ya sé lo que están pensando), y fui profesora de asignaturas
relacionadas con Cuba por muchos años… (¡cuidado con calcularme la edad!). Un
amigo, profesor universitario en Estados Unidos, una vez se refirió a mi como “part
time economist”, y es real, porque hace tiempo no ejerzo la carrera de manera
directa, pero nunca me he desprendido de mis años de estudio sistemático, de
investigaciones, de análisis, y sigo las noticias, la sociedad cubana y la
intrincada madeja de puntos a veces difíciles de conectar entre sociedad,
historia, política, economía…
Cuando un informático ve el pantallazo azul, ya sabe lo que hay. Bueno, la economía tiene
pantallazos azules también. Los economistas los ven, y saben lo que hay. En un
mundo “normal”, la prensa alerta, entrevista a los hacedores de política
económica (aunque digan mentiras o escondan la verdad, al menos tienen que dar
la cara), consultan especialistas y se dan cifras (aunque sea infladas o
desinfladas para amortiguar el pánico). En un mundo normal (y no sé ya qué es
eso, porque van quedando pocos) la población al menos sería advertida de que
algo no anda muy bien.
Pero ya se sabe: vivimos en un mundo no tan normal. Sobra
decir que la economía cubana jamás se recuperó de la crisis de los 90, y aquí
haré una necesaria escala, no para hablar de una crisis de la cual se ha dicho
casi todo, sino para reflexionar sobre su posible repetición.
No hace muchos años me leía una entrevista a un
economista, ex profesor mío, y comentaba que la pérdida de Venezuela como socio
comercial no afectaría a Cuba como lo hizo la caída del campo socialista (y yo
preguntándome la razón) y argumentó que mientras con el campo socialista se había
tenido un 90 % de intercambio comercial, con Venezuela solo (¿solo?) se tenía
el … wait for it… 40%[1].
El cerebro casi me explota. Porque además, ese 40% corresponde en medida
considerable al combustible, sin el cual, por supuesto, tenemos que parar el
país.
No creo que haya que ser economista para entender el
impacto que tendría en Cuba una caída del 40% de su intercambio externo, más en
medio de esta reestructuración económica (la de los Lineamientos), como pasó a fines de los ‘80, con la Rectificación de Errores y Tendencias Negativas…
la maldita reiteración de la historia.
El silencio es preocupante. ¿Se acuerdan cuando éramos
niños y los adultos no hablaban de ciertas cosas frente a nosotros para no
preocuparnos? Ok, es lo mismo. Se nos da el tratamiento de niños que no sabemos
manejar la situación. Es eso, o no quieren ser los adultos que no supieron
manejar la situación.
Pues bien, Venezuela ahora tiene catarro, y de los malos.
Me temo que a Cuba puede darle neumonía…
Y es hora ya de romper el silencio.
[1] De acuerdo con Oficina Nacional de Estadísticas, en el año 2014 era del
40.5%. http://www.one.cu/aec2014/08%20Sector%20Externo.pdf